Aquel minuto fue,
sin rival,
el mejor minuto de mi historia.
Mi soledad atareada
dejó de ocuparse de mi
para pasar a otras cosas:
para pasar a otras cosas:
un pedazo de viento,
jadeante,
enarbolado en consigna;
un dedo casi diestro
un dedo casi diestro
que señala el vientre
de un pájaro en pleno canto;
de un pájaro en pleno canto;
un ojo emocionado,
fuera de mi también,
que le cuenta al mundo
que todo lo bello era verdad.
Por Sílvia Ardévol
Por Sílvia Ardévol
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