domingo, 24 de abril de 2016








LA ABUELA DE LESBOS


Emilia Kamsivi,
con tus ojos a cuestas
cansados de ochenta y cinco inviernos,
escudriñas aún el horizonte,
mirando para poder ver
en medio de la masa de rostros borrados
cuerpos que acercas al tuyo
y a los que dibujas de nuevo los rasgos
con abrazos tuyos y abundantes.

Europa era esto,
y tu hablas de ella en tercera persona, 
como algo lejano y ajeno.
Porque tú sí tienes memoria
y recuerdas la huída en tus miembros
y sabes lo que es el mar,
y el azar, y el viento.
Lo recuerdas todo, 
y lo guardas dentro de cada surco
envuelto y embalsamado como un queso fresco.

Era todo tan sencillo, 
y tan natural... 

Apretas tu dinero, Emilia,
hasta hacer caber un plato para los otros
porque sabes que la extranjera temblorosa
que habla un idioma que no entiendes 
con su niño de pecho que grita por leche
(y el cadaver que flota en el agua,
que no llegó a tiempo para que lo duches,
lo alimentes, lo abraces))
eres también tú. 


Por Sílvia Ardévol



"Nadie es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo de continente, una parte de la tierra.; si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia. La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas: doblan por ti."
John Donne




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