martes, 8 de marzo de 2016

                                               


"La salvación de lo bello"

Byung-Chul Han


Con este filósofo coreano afincado en Berlin uno tiene la sensación de estar leyendo siempre el mismo libro, con la particularidad de que cada vez le aporta un matiz de luz sobre la realidad más inmediata. En esta última obra traducida al castellano el tema central es la belleza, pero como no, analizada desde el punto de vista del giro que han supuesto en el concepto de la misma las nuevas tecnologías y sus nuevos patrones de comunicación.

¿Qué tienen en común las esculturas de Jeff Koons, los iPhone y la depilación brasileña? Todos abogan por lo pulido, por lo liso, por lo pulcro, por lo que no DAÑA. Nada mejor para representar la sociedad positiva que esquiva toda resistencia con su política del "Me gusta".  Ahora bien, ¿puede producirse lo bello sin negatividad? ¿Puede algo ser bello sin conmoción, sin vulnerabilidad? Lo satinado y liso es perfecto para convertirse en objeto de consumo, pero no para generar una emoción que altere, como sí sucede ante lo bello y lo sublime. 

Esto mismo se aplica a la comunicación, se ve conviertida en un intercambio de informacioón sin fricciones. 
Las palabras y las imágenes se vacían de expresión y de significado, y el "selfie" se convierte entonces en una clara representación del rostro vacío e inexpresivo, en múltiples versiones del vacío interior del yo.

Interesante la cita de Adorno contraponiendo el estremecimiento al placer. En el placer hay una satisfacción particular del yo, mientras que en el estremecimiento el yo se liquida, el sujeto estremecido es consciente de su propia limitación y finitud.

Al estremecimiento le es propia la vulnerabilidad. Y como la 
sociedad actual positiva quiere eliminar cada vez más la negatividad de la herida, esto se refleja también en las relaciones. El amor se convierte en una energía libidinosa que hay que dispersar en objetos dispersos para evitar una pérdida total. 

La estética del desastre (literalmente de des-astrum, "sin estrellas") es una forma de arrebato que bien encaja con la descripción de lo bello de Rilke en la primera Elegía de Duino: "no es más que ese comienzo de lo terrible que todavía llegamos a soportar." Y es que lo bello debe su fuerza de seducción precisamente a la negatividad de lo débil, de lo frágil, del quebrantamiento. En medio del apogeo de estímulos y excitaciones lo bello desaparece, porque se rompe la distancia contemplativa necesaria para percibirlo y arrobarse. 

Apoyándose en Hegel, Han afirma que  "lo bello es lo único que enseña a demorarse desinteresadamente en algo. "
Y la belleza moral o de carácter (que, originariamente,  significaba el signo marcado a fuego, la quemadura indeleble, lo inalterable) aún resultan más incompatibles con la sociedad de la inmediatez, pues "el consumo y la duración se excluyen mutuamente".  Esta falta de carácter y de sensibilidad hacia lo que serían la firmeza y la constancia necesarias para el mismo, es lo que hace posible un consumo indiscriminado. "Cuanto menos carácter y menos forma se tiene, cuanto más liso y pulido y más escurridizo se es, tantos mas FRIENDS tiene uno. Facebook es un mercado de la falta de carácter."

Este nuevo ideal ya no es el "Hombre sin Atributos" que tan acertadamente retrató Musil como paradigma del fracaso ilustrado, si no más bien el que Han llama "el hombre sin carácter" celebrado por el orden digital. 


La parte más lúdica de la belleza queda expuesta en esta imagen de Kant: "así como la naturaleza parece que en sus flores está haciendo un juego, en sus frutos parece que está haciendo un negocio". Es en su lujo libre de toda economía donde las flores expresan mejor que nada esta belleza sin coerciones ni necesidades. Nada que ver con lo pulido, liso, sin narración ni reminiscencias, sin heridas ni escisiones y de consumo rápido de la sociedad de lo bello digital. 

Urge entonces el imperativo del Fausto de Goethe, "¡INSTANTE, 
DETENTE! ERES TAN BELLO... "  Necesitamos más que nunca el tiempo rezagado que permita el regodeo en lo verdaderamente estético. Desde esta pausa con los ojos abiertos puede ser que se acerque despacio, casi sin quererlo, la belleza como tabla de salvación. 

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