domingo, 14 de febrero de 2016





SÍSIFO


¡Qué ligereza, la roca!
Se desliza hacia arriba
como si fuera de viento.

Apenas pesa
cuando la arrastras,
cuando arrastrarla
es el único acto posible.

Es bello el trayecto,
subiendo o bajando,
si el ojo se afina y comprende.
(siempre más concentrada la subida
pero ligera la pisada en el descenso)

¿Qué pensamiento te ocupa, Sísifo?
¿En qué hervor te entestas
para decidir permanecer,
para decidir no rodar
como la piedra y con la piedra,
el cuerpo inerte ya, y duro,
desprovisto de dignidad
en el juego absurdo del despropósito?

Enséñame a vivir, Sísifo.
¿O es que quizás
se puede escuchar
el canto del ruiseñor
siendo ya negra la noche,
y solo por eso vale la pena
bajar y subir,
bajar y subir,
lleno de dolor exuberante
en una rica existencia
de monótonos y bellos sinsentidos?

Sísifo, feliz.
Creyendo en la belleza,
el absurdo se atraganta
cuando el ojo se abre,

y mira. 



Por Sílvia Ardevol


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