miércoles, 31 de diciembre de 2014

                             


                             



"(...) aunque no soy poeta, puesto que mi sistema nervioso y mi conciencia no tienen la energía condensadora que llamamos poesia, una fuerza capaz de catalizar en una sola palabra los elementos de la pasión y la razón, del mismo modo que se reúnen en el núcleo del átomo los protones y los neutrones."

              Sandor Marai, "¡Tierra, tierra!"



 "Informe para una academia"
         de Franz Kafka

    Parece una historia sencilla: un simio transformado en hombre explica delante de un círculo de académicos su proceso hasta convertirse en humano. Pero en el proceso de copiar sus gestos ya aparecen elementos sospechosos: "siempre las mismas caras, siempre los mismos gestos, a menudo me parecen ser un solo hombre". Desde el punto de vsita de un simio, la gestualidad se reproduce sin apenas trazas de individualidad. Ser un hombre no parece tan difícil, al fin y al cabo: "¡Era tan fácil imitar a la gente! Escupir pude ya en los primeros días!"
    Enseguida aparecen los contrastes. ¿Valdrá tanto la pena, ser un humano? La libertad por ejemplo. El simio se da cuenta que los humanos la echan de menos y se engañan respecto a ella:
"Intencionadamente no digo libertad. No hablo de esa gran sensación de libertad hacia todos los ámbitos. Cuando mono posiblemente la conocí y he visto hombres que la añoran".
     El recuerdo de la libertad perdida vibra en algunos hombres. Cuando el simio se convierta en un humano del todo convertirá este bien preciado y experimentado en una evocación sin más.
"Con la libertad -y esto lo digo al pasar- uno se engaña demasiado entre los hombres, ya que si el de la libertad es uno de los sentimientos más sublimes, así también son sublimes los correspondientes engaños"
Sucedaneos, engaños, recuerdos...éste es el sabor de la libertad en el ser humano. Nunca oímos a los académicos que escuchan el informe del simio, pero si los oyentes somos nosotros tambien como lectores, la perplejidad y el aborrecimiento por la propia condición van en aumento. 
     El cambio se va haciendo grotesco. El simio ya humano se dedica a hacer espectáculos para Music Halls, y cada noche le espera una 
chimpancé semi-adiestrada con la que se entretiene como salvaje, sin los convencionalismos de lo humano. Pero por las mañanas le cuesta soportar su mirada de loca. Y es que adiestrarse para convertirse en humano es adiestrarse a escupir como todos, a divertirse como todos, a gesticular como todos y entretanto creérse libres. 

     Como siempre con Kafka, ahí queda dicho. En palabras del simio humano al final del relato, "yo sólo quiero difundir conocimiento, sólo estoy informando . También a vosotros, excelentísimos señores académicos, sólo os he informado"

Por Sílvia Ardévol

martes, 30 de diciembre de 2014


"Historia íntima de la humanidad"
Theodore Zeldin 
























  Theodore Zeldin traza un recorrido fascinante por diversas épocas y civilizaciones, analizando conceptos como la libertad, la conversación, la soledad, la compasión...con esta transversalidad logra que el lector forme un rico tejido de impresiones que van de su mano de lo particular a lo universal. Partiendo siempre de una historia individual y contemporánea, Zeldin te arrastra a los salones de la Francia ilustrada para llevarte luego al reino animal pasando por Oriente, todo con velocidad de vértigo y con una erudición que despierta curiosidades múltiples. Saber, por ejemplo, que el amor romántico como lo entendemos hoy es un resultado de un invento medieval introducido por conquistadores árabes en España, ampliado por cavalleros y trovadores franceses y finalmente matizado  por poetas románticos alemanes. Pero Zeldin va más allá acercando el microscopio: "El amor árabe se transmitió a los trovadores franceses no a través de los filósofos, si no por medio de la música. Los músicos de ambos lados de los Pirineos se entendían mutuamente, pues un estado de ánimo es más contagioso que una idea". 
  Sus opiniones sobre la tolerancia como una estación de paso y no un objetivo final, o del vivir con contradicciones como un "arte que, como todos los demás, implica tanto espontaniedad como astucia intelectual" enriquecen y permiten despertar un diálogo interno difícil de estímular con la lectura de un manual de historia. Nada más lejano. En una época en que, como dice él mismo, "el pasado no nos habla ya con una voz clara; nadie parece estar de acuerdo sobre cuáles son las lecciones de la historia", parece más urgente que nunca revisar al menos la forma en que nos lo contamos. Si la historia ha supuesto además "una inacabable procesión de transeúntes cuyos encuentros han constituido en su mayoría oportunidades fallidas", Zeldin entreabre la posibilidad al final del libro de que  no todo sea "una crónica de capacidades desperdiciadas. La próxima ocasión en que dos personas se encuentren, podría ser diferente." Así sea.

Por Sílvia Ardévol

lunes, 29 de diciembre de 2014





                      Italo Svevo
      "La conciencia de Zeno"

"Cuando todos comprendan con la claridad con que yo lo hago, todos escribirán. La vida será literaturizada. La mitad de la humanidad se dedicará a leer y estudiar lo que la otra mitad de la humanidad habrá leído”.

   Aron Hector Schitz (1861-1928) representa un paradigma de lo fronterizo en su propia biografia y en los anti-heroes que protagonizan sus novelas. Hasta el nombre que escogió, Italo Svevo, parece querer proclamar un mestizaje, una mezcla, propios de su ciudad también. Trieste era en aquella época parte del imperio Austro-húngaro, pero su condición de fronteriza le permitía albergar multitud de credos y de lenguas. En ésta ubica Svevo los protagonistas de sus tres novelas, siempre con dificultades para integrarse del todo en la sociedad triestina, para entenderse con las mujeres, personajes que se engañan a sí mismos, que sufren la inercia de pasar de puntillas por la vida. Pero todos ellos aspiran a algo más, tienen inquietudes literarias, pero sin éxito. Un poco ineptos, un poco derrotados, se inventan una vida para la que no estan preparados. 


Gracias a su amistad con Joyce y sus lecturas de Freud cuando aprende aleman (que atendía a sus pacientes a menos de dos horas de Trieste) el inconsciente adquiere un papel en su novela "la conciencia de Zeno". Aquí otro de los  protagonistas es el humo, toda la primera parte de la novela gira alrededor de los intentos del anti-heroe para dejar de fumar: "¿me habrá gustado tanto el cigarrillo, tal vez, como para achacarle la culpa de mi incapacidad? ¿Habría llegado a ser el hombre ideal y fuerte que esperaba, si hubiese dejado de fumar? Tal vez fuera esa duda la que me encadenó a mi vicio, porque eso de creerse dotado de una grandeza latente es una forma cómo da de vivir".


El psicoanalista le ha recomendado escribir sus memorias para librarse del hábito. A diferencia de sus otras dos novelas, aquí el protagonista es capaz de mirarse a si mismo con una dosis de humor. La frontera entre lo trágico y lo cómico se desvanece constantemente desde el momento en que un hombre es capaz de reírse de si mismo y de la multitud de situaciones ridículas en las que incurre. No le faltan frescas y ocurrentes disertaciones sobre la belleza ("Uno de los primeros efectos de la belleza femenina en un hombre es el de hacerle perder la avaricia"), la mirada ("las cosas y a las personas y no para maravillarlas"), la vejez ("como soy viejo, ya hace algún tiempo que las mujeres no me miran.Si yo dejo de mirarlas a ellas, quedará cortada toda relación entre nosotros." O "no podía estar un momento tranquilo sin envejecer.A cada recorrido de mi sangre, algo se añadía a mis huesos y mis venas que significaba vejez").


Zeno ejemplifica con sus caóticas y frustradas memorias un sin-sentido más. Todos estamos enfermos, pero ¿no es la vida misma una especie de enfermedad?

"La vida se parece un poco a la enfermedad, porque avanza mediante crisis y lisis y tiene mejorías y empeoramientos diarios. A diferencia de las demás enfermedades, la vida siempre es mortal. No tolera tratamientos. Sería como querer tapar los agujeros que tenemos en el cuerpo por considerarlos heridas. Moriríamos estrangulados, nada más curarnos. "




Por Sílvia Ardevol